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Buen Viaje https://buenviaje.com.ar/ Cuadernos de Viaje Wed, 11 Nov 2020 19:00:24 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.3.2 https://buenviaje.com.ar/wp-content/uploads/2018/10/loguito-bv-32x32.png Buen Viaje https://buenviaje.com.ar/ 32 32 EL TECHO DEL MUNDO ESTABA AHÍ https://buenviaje.com.ar/2020/04/15/el-techo-del-mundo-estaba-ahi/ https://buenviaje.com.ar/2020/04/15/el-techo-del-mundo-estaba-ahi/#respond Wed, 15 Apr 2020 22:35:49 +0000 https://buenviaje.com.ar/2020/04/15/india-simbolos-lenguaje-cultura-copy/ El techo del mundo estaba ahí, bastaba dejar de hacer para poder verlo. Es noticia de estos días que la cordillera del Himalaya ahora es visible en lugares desde los cuales, poco tiempo atrás, no lo era. Y viajaba con esa noticia… pensando en aquel viaje a Nepal. Evocando alguna imagen viva de cuando estuve […]

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El techo del mundo estaba ahí, bastaba dejar de hacer para poder verlo.
Es noticia de estos días que la cordillera del Himalaya ahora es visible en lugares desde los cuales, poco tiempo atrás, no lo era.

Y viajaba con esa noticia… pensando en aquel viaje a Nepal.

Evocando alguna imagen viva de cuando estuve allí, de pie, en contacto con los Himalayas, conmovida ante la inmensa gratitud de recibir una brisa de ese mundo de banderines sagrados que me acercaban aquellos aires, hasta entonces lejanos.

Hoy, varios años después, me volvía a invitar a habitar esas danzas internas estimuladas por los elementos del espacio. Esta vez, desde casa.

Y observaba el paralelismo.

El techo del mundo se hace visible a mayor distancia por la disminución de la contaminación en el aire producto del confinamiento, obra de nuestros modos de ser-hacer-deshacer. De algún modo, lo lejano se vuelve cercano.

Y también percibía esa relación con lo cercano, solo que esta vez, más cerca.

Pensando en esa conectividad, en esa relación que ya es – entre lo que está cerca y aquello que pareciera no estarlo -, observaba ese viaje celular donde aún con cierre de fronteras mediante, confinamiento y tanto más, sigue siendo.

Estamos conectados.

Y me preguntaba, ¿de qué modo estába siendo el contacto entre nosotr@s y en relación con el ambiente antes de que los picos se vean?

Es un hecho, los picos ya se ven a mayor distancia.

Lo que me pregunto ahora es si esta mayor distancia entre nosotr@s, esta invitación a deshacer el modo vincular que fuimos componiendo, también se dejará ver, de tal modo que podamos – ¿queramos? – vernos.

– Quimey

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HAKUNA MATATA… IDEAS EN MOVIMIENTO https://buenviaje.com.ar/2020/03/31/ideas-en-movimiento-hakuna-matata/ https://buenviaje.com.ar/2020/03/31/ideas-en-movimiento-hakuna-matata/#respond Tue, 31 Mar 2020 18:29:06 +0000 https://buenviaje.com.ar/2020/03/31/india-simbolos-lenguaje-cultura-copy/ Recuerdo aquel almuerzo con Esta. Durante el día que compartimos en 2018 tenía 26 años, hasta entonces no había conocido a una persona de otra nacionalidad. Mucho menos, compartido casi todo un día con ella. Nosotros estábamos viajando por África Oriental, casi recién llegados a Tanzania desde Kenia. Era igual de nuevo para nosotros compartir […]

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Recuerdo aquel almuerzo con Esta. Durante el día que compartimos en 2018 tenía 26 años, hasta entonces no había conocido a una persona de otra nacionalidad. Mucho menos, compartido casi todo un día con ella.

Nosotros estábamos viajando por África Oriental, casi recién llegados a Tanzania desde Kenia. Era igual de nuevo para nosotros compartir las primeras horas en aquel país con una persona que nos había ayudado la noche anterior.

Esta había nacido en Arusha, Tanzania, trabajaba como maestra rural en un pueblo cercano y volvía en bus a su ciudad natal cada vez que podía salir de la escuela. Transcurrían los días previos a la celebración de las Pascuas y, justo en ese bus, en ese día que ella volvía, viajábamos también nosotros desde Tanga.

Estábamos recién llegados a la tierra del hakuna matata y, casi simbólicamente, el aprendizaje hacía uso del camino para hacerse visible. El bus chocó. Un choque leve, de una sutileza que parecía una invitación a seguir revisando los modos habituales de dirigirnos.

Aún recuerdo la sorpresa de encontrarme en el medio de aquella ruta tanzana. Ruta en la que nuestro bus había chocado, donde nuestros bolsos y asientos se habían mojado, donde la densidad de las nubes no había dejado ni imaginar el tan esperado Kilimanjaro, donde el concepto tiempo cobraba otras dimensiones porque no alcanzaban ni dos veces los dedos de las manos para contar las paradas que el bus había hecho, donde mirar por la ventana era quedarme perpleja una y otra vez ante las condiciones de vida imperantes y, también, donde seguía agradeciendo, aún así, al vendedor de pasajes de la terminal de origen.

Ocurría que, ya habiendo cruzado la frontera de Kenia y entrados a Tanzania, sólo habíamos logrado cambiar unos pocos Chelines Tanzanos, una cantidad insuficiente para el pasaje del bus en cuestión. También sucedía que la terminal de buses de las afueras de la ciudad en la que nos encontrábamos estaba lejos de contar con un cajero automático y, a varios km más, se encontraba la remota idea de que la empresa de buses Raqueeb tenga la conocida maquinita para pagar con tarjeta o alguna app que ayude a resolver el asunto.

Esa ausencia del elemento dinero, de los billetes tanzanos, evidenciaba otras presencias no siempre atendidas. Tal vez, expresaba la oportunidad de encontrar nuevos medios de relacionarnos con eso que estaba sucediendo. Medios a través de los cuales podrían aparecer nuevos modos, poco habituales, que nos permitieran seguir avanzando.

En otras palabras, nos encontrábamos entre dos opciones. Pasar la noche junto al Océano Índico y encontrar una casa de cambio o un cajero en aquella ciudad portuaria. Probar otro camino.

Y así fue. Luego de carcajadas y expresiones inventadas ante la necesidad de comunicarnos con el vendedor – que nos hablaba en swahili, su lengua nativa – acordamos que podríamos viajar. Pagaríamos una vez estando en la terminal de destino con la nueva idea de que allí, sería posible cambiar más dinero o encontrar un cajero.

El conductor fue informado y dio su consentimiento. ¡Qué gratitud sentíamos hacia aquellos hombres!.

Las ideas esbozadas fueron invitadas a un nuevo movimiento.
Ni el bus llegó a un horario acorde a esa necesidad – se llovió la vida, paró más vidas y chocó en el camino -, ni la terminal ofrecía los elementos acordes a conjeturas imaginadas.

Había más creencias que revisar, más agradecimientos que sentir y más aprendizajes que vivir junto a la comunidad tanzana. Allí, más que nunca, hakuna matata.

– Quimey

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INDIA… SÍMBOLOS, LENGUAJE, CULTURA https://buenviaje.com.ar/2018/11/05/india-simbolos-lenguaje-cultura/ https://buenviaje.com.ar/2018/11/05/india-simbolos-lenguaje-cultura/#respond Mon, 05 Nov 2018 14:34:35 +0000 https://buenviaje.com.ar/?p=524 La posición del sol nos cuenta que llega la hora de la siesta, el groove del tren Dhanbad Express que une las ciudades de Kochi y Chennai va transformándose hasta un nuevo y sutil ritmo, llegamos a una estación. El vagón recibe a nuev@s pasajer@s y entra una pareja curioseando para dar con sus asientos, […]

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La posición del sol nos cuenta que llega la hora de la siesta, el groove del tren Dhanbad Express que une las ciudades de Kochi y Chennai va transformándose hasta un nuevo y sutil ritmo, llegamos a una estación.

El vagón recibe a nuev@s pasajer@s y entra una pareja curioseando para dar con sus asientos, diría que hijos de la primera década de la independencia India. Nos saludamos con una mirada y también con una sonrisa.

La siesta se posterga cuando advertimos que la curiosidad de los asientos traspasó fronteras, estamos conversando sobre religión, costumbres, seguridad social, trabajo, fútbol, y varios más. Él, predominante en su oralidad, se entrega a la conversación y luego comparte el intercambio con su esposa en malabar, su lengua nativa.

Ella, activa en su observación, viaja organizada en la posición de loto, viste un colorido saree, y su cabello entrecano se entrelaza en una larga trenza. Nos muestra fotos de sus hij@s y de su casa, él de sus camiones.

Él nos pregunta si nos casamos, si convivimos, etc. Con risas mediante, nos cuenta que algo queda claro al observar a su esposa. Si observas su cuello, un delicado collar indica que se encuentra en matrimonio, y si por algún motivo no llegaste a observarlo, los anillos que viste en cada uno de sus pies de igual modo lo transmiten.

Se ríe mientras dice ¿dónde puedo ver tu compromiso con él? Yo estoy tranquilo de que ningún hombre le va a venir a proponer una cita.

Más risas.

– Quimey

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HUMANIDAD EN ÚLTIMA ESPERANZA https://buenviaje.com.ar/2018/11/05/humanidad-en-ultima-esperanza/ https://buenviaje.com.ar/2018/11/05/humanidad-en-ultima-esperanza/#respond Mon, 05 Nov 2018 14:31:45 +0000 https://buenviaje.com.ar/?p=522 Transcurre marzo y nos encontramos en el auto por la Ruta Nacional 3 dispuestos a disfrutar el extremo sur del continente. Así es que optamos por un itinerario que vaya sucediendo, pulsando nuestro ritmo. La magnitud es la protagonista. Mientras avanzamos observo la vastedad patagónica y, aunque se perciba de modo implícito, el paso del […]

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Transcurre marzo y nos encontramos en el auto por la Ruta Nacional 3 dispuestos a disfrutar el extremo sur del continente. Así es que optamos por un itinerario que vaya sucediendo, pulsando nuestro ritmo.

La magnitud es la protagonista. Mientras avanzamos observo la vastedad patagónica y, aunque se perciba de modo implícito, el paso del hombre en la distribución de esas tierras, kilómetros de extensión de planeta parecieran no contactarse con lo humano.

En antagonismo con lo enorme por antojo, a medida que avanzamos hacia latitudes próximas a las de las Islas Malvinas, percibo la beneficiosa inmensidad de los acantilados que con su borde reciben y contienen al Mar Argentino y, al mismo tiempo, permiten ser a determinadas posibilidades de lo viviente.

Ya estamos en Río Gallegos, Ushuaia queda para una próxima vez. Entre las opciones, barajamos la de cruzar a la Provincia de Última Esperanza de Chile y explorar el recomendado Parque Nacional Torres del Paine.

Nos llama la Región de Magallanes y de la Antártica Chilena, tenemos carpa, accesorios y ganas de montaña. Al día siguiente cruzamos la frontera por el paso Cancha Carrera y entramos en contacto con El Ovejero, un pequeño pueblo chileno. Compramos algunas provisiones y continuamos avanzando hacia el Parque Nacional sin imaginar la posibilidad de volver.

Nos aventuramos al conocido Circuito de la W caminando un promedio de 7 horas por día. Torres del Paine nos sorprende con sus encantos a cada ahora. Llega el momento de regresar al campamento base y allí pasamos nuestra última noche en el Parque con la idea de regresar a Argentina para empezar a conocer Calafate y el Parque Nacional Los Glaciares en los próximos días.

El movimiento planificado se interrumpe por una falla en el auto. El motor empieza a subir su temperatura tan sólo de encenderlo, puede que la temperatura bajo 0 haya hecho lo suyo durante nuestros días de caminata. Un francés nos regala un líquido que podría servirnos y nosotros le agradecemos con un rico tinto.

El Ovejero, ese paraje en el medio de la inmensidad, es nuestra alternativa. Pidiendo por lo bajo llegar, llegamos. Una vez allí, los vecinos nos sugieren que veamos a Víctor. Golpeamos las palmas y sale una mujer, nos comenta que Víctor estará en un rato, pasa el rato y Víctor llega.

Tiene fosa para ver el auto, conocimiento y muchas ganas de ayudarnos. Así y todo, pasan las horas y llegamos a la conclusión de que la mejor opción será hacerlo ver por un mecánico en Puerto Natales.

Compramos todas las botellas de líquido refrigerante que encontramos en el paraje, y pedimos por lo bajo, por lo alto y en todas las direcciones llegar al próximo destino. Nos separan 60km de ripio.

El ascenso de la temperatura del auto se suspende en un punto que permite el movimiento y pareciera cedernos otra oportunidad, llegamos a la ciudad. Una vez ahí, recordamos que es domingo y, además, santo.

Conseguimos alojamiento y nos disponemos a recorrerla caminando. Sin contemplar que nuestro paso a paso sucede en la ciudad capital de la provincia de Última Esperanza, observo a unas mujeres conversando a la altura del Muelle Viejo del Golfo de Nápoles y me acerco a comentarles nuestra necesidad de dar con un mecánico de confianza. Luego de oírme, se miran, dicen “Panchito” al unísono y yo sonrío. Me cuentan que Panchito es el hijo de una de ellas, María, y hermano de la otra, Mónica. Que está en Punta Arenas visitando a su otro hermano, llegará más cerca de medianoche y que nos llamarán para coordinar e ir al hotel a ver el auto. No es mecánico, pero se las ingenia. Sonrío una vez más, seguimos conversando y luego cada uno sigue su camino.

Se acerca la medianoche y recibimos el llamado. Parte de la familia se acerca al hotel para darnos una mano. Panchito mira, revisa, prueba, saca, pone y nos cuenta que es mejor que vayamos a su casa. Descubro que, aún agradeciendo infinitamente de corazón su gesto, se presentan algunas ideas concebidas en otro tiempo y espacio que disparan alertas acerca de eso que estaba sucediendo. ¿Son propias esas ideas en relación a lo no conocido? ¿Alguna vez le abrí las puertas de casa a un extraño?

No sólo nos ayudaron a resolver la problemática del auto, me enseñaron a repensar creencias. A estar disponible al vínculo con un otro, presente, que cree en la humanidad de última esperanza.

¡Siempre Gracias Queridos Natalinos!

– Quimey

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HACIA EL UNIVERSO DESCONOCIDO https://buenviaje.com.ar/2018/10/30/hacia-el-universo-desconocido/ https://buenviaje.com.ar/2018/10/30/hacia-el-universo-desconocido/#respond Tue, 30 Oct 2018 05:56:09 +0000 https://buenviaje.com.ar/?p=502 Llegar a Nepal – la oscuridad Después de un largo camino de gravedad sobrevolada, aterrizamos en Katmandú. La percepción de nuestra materia corpórea busca alinearse con el tiempo espacio. El aire fresco que respiramos es tan lejano como la información que se manifiesta a nuestro alrededor. Colores, temperatura, luces. ¡Eso!, luces, y también sombras. Es […]

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Llegar a Nepal – la oscuridad

Después de un largo camino de gravedad sobrevolada, aterrizamos en Katmandú. La percepción de nuestra materia corpórea busca alinearse con el tiempo espacio. El aire fresco que respiramos es tan lejano como la información que se manifiesta a nuestro alrededor. Colores, temperatura, luces. ¡Eso!, luces, y también sombras. Es que tras atravesar el justo y necesario aeropuerto de la capital de Nepal, vivenciamos la intermitencia de su provisión eléctrica.

Las siluetas que visualizamos se definen a través de los faros de los autos. Olvidamos por un momento las luces urbanas cotidianas –que se desplegarían en aeropuertos también cotidianos– y escuchamos que algunas de ellas nos invitan con sus voces. En eso, un “Madame, Madame! Taxi!!” nos convence.

El señor que me llamó Madame, no es el mismo que conduce el furgón gris con pintas de óxido y el acompañante que se incorpora al viaje mientras conversa con el conductor, tampoco había participado del intercambio con el “Madame” inicial. Decimos sí a lo desconocido, cargamos nuestras mochilas y nos ubicamos en los asientos.

Es casi medianoche, sin reserva previa en algún alojamiento, pronunciamos el conocido barrio mochilero con nuestra mejor versión fonética posible y hacia allí pedimos que nos lleve. Una vez el motor inicia su movimiento, la voz de mi novio me, y se, consulta, “¿es seguro esto?”. Con una expresión no oral, respondo, “creería que sí”.

Presente y sostenida es la ausencia de las luminarias citadinas habituales. Durante unos minutos avanzamos por una recta asfaltada que podría entenderse como una avenida. En algún momento del recorrido el “Madame” volantea y desvía hacia un laberinto de callejones de tierra, angostos, oscuros, y luego a otros, más estrechos y misteriosos. En eso mi novio me pregunta a mí y después al “Madame”, “Where?!!”. Él, responde a la pregunta (¿sonido?) con un balanceo de cabeza, avanza unos metros más, apaga el motor a mitad de una callejuela y se baja con su compañero de la furgoneta.
Nos miramos con mi novio, los ojos se dilatan, el cuerpo se alerta, el pulso se acelera. Desconocido. Muy desconocido. Abren el baúl y bajan un bulto entre los dos. El acompañante entra a una casa y el “Madame” vuelve al volante, cierra la puerta y enciende el motor.

Atravesada la entrega al universo desconocido, volvemos a pronunciar el barrio, salimos poco a poco del embrollo vial –y mental– y hacia allí nos lleva.

Dejarse volver a llegar – la luz

A las pocas horas, la oscuridad digna de ese cielo al revés, devino en luz solar y humana. Rápidamente se expandió mi confianza y gratitud de poder estar allí. La energía de sus mantras resonantes, la calidez de sus sonrisas y miradas, harán sonreír a mis fibras más íntimas, cada vez que los evoque.

Así sucedió nuestro contacto inicial con Nepal, osado, incógnito.
Estar disponible al vértigo de lo lejano, a la posibilidad de reinventar mis ideas forjadas en otro entorno, decir sí a eso que es inaudito, o tal vez ignorado hasta ese momento, y deslumbrarme con las vivencias que van aconteciendo, es uno de los mayores placeres que experimento en cada recorrido.

Namaste.

– Quimey

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